
Recientemente, fui una de las tres mil quinientas personas que asistieron al Desayuno Presidencial de Oración, evento internacional que se llevó a cabo en Washington, D.C. En mi mesa estaba un buen amigo personal, presidente de una aerolínea internacional. Sentados junto a nosotros, estaban unos destacados líderes de negocios de Latinoamérica y el embajador de un país europeo. El presidente de una de las principales empresas petroleras, senadores, y Jefes de Estado estaban sentados en la mesa junto a la nuestra. En la mesa de enfrente, estaban sentados el Presidente Clinton y su esposa, el Vice Presidente Gore y su esposa, y otros dignatarios.
Un evento para el ¿quién es quién? entre los influyentes. Toda esta gente exitosa tenían poder, prosperidad, posición y prestigio… de sobra. Luego entró la oradora de orden. En cuestión de segundos, observé uno de los cambios de perspectiva más extremos que alguna vez haya presenciado. Inmediatamente, el verdadero sentido de la palabra éxito comenzó a hacerse claro. Se hizo -patentemente obvio- a todos los que estábamos en el salón, que la persona de más éxito era la oradora.
Ella no era una oradora dinámica. A medida que leyó su mensaje, poco levantó su vista. De hecho, casi ni se veía detrás del podium por su pequeño tamaño. Y su mensaje fue políticamente “incorrecto” según me había imaginado. Ella habló severamente en contra del aborto. El Presidente y la Primera Dama se remecieron en sus asientos. Los conservadores vitoreaban en señal de apoyo. Pero fue entonces cuando ella arremetió contra el control de la natalidad. Eso les tapó la boca a muchos de los conservadores. Cuando la oradora hubo concluido, recibió una prolongada ovación, todos de pie. ¿Por qué? Porque ella personificaba una vida de éxito auténtico. Ella no tenía poder, ni prosperidad, ni posición, ni prestigio, ni placer, tal como lo conocemos. Pero ella tenía el verdadero poder, la verdadera prosperidad, la verdadera posición, el verdadero prestigio y el verdadero placer. ¿Quién era esta oradora tan influyente? La Madre Teresa.
No intento sugerir que todos necesitamos convertirnos en pobres y vivir en el anonimato para experimentar el éxito auténtico. Si sugiero, que nuestro éxito tiene mucho que ver con valores tales como: el cuidar de los demás, el sacrificio, el carácter, y la contribución personal; valores que la Madre Teresa personificaba.
*Tomado del libro de Ron Jenson"Cómo alcanzar el éxito auténtico".
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